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Ni víctimas, ni lastimeras: mujeres que demandan

por: Jimena Freitas * – http://www.la-epoca.com.bo/index.php?opt=front&mod=detalle&id=1427

1330997875 Reflexiones a propósito de un 8 de marzo. Lo seguro es que para esta próxima semana se volverá a colocar en primeras planas los grandes déficits que aún tienen las mujeres en temas de salud, educación, trabajo, política, etc. Acompañado a esto, los diferentes estados intentarán mostrar “cuánto” hacen por las mujeres, para el caso abundarán políticas que incentivan la condición reproductiva de las mujeres y hoy por hoy cuántas mujeres están en los escaños políticos y si usted quiere ver algo más sustancioso tendrá que esperar aún mucho tiempo. En esta ocasión creo importante apuntar algunas ideas sobre dos temas importantes si hablamos del avance de las mujeres. El primero está relacionado con los déficit y su relación con la construcción de nuestras sociedades, el segundo con las tradiciones.

De retórica a políticas efectivas

Si hacemos una revisión rápida de cifras en las diferentes áreas, nos encontraremos con las denominadas brechas de género que nos dicen que -en relación con los hombres- en el mundo existe mayor cantidad de mujeres analfabetas, menor cantidad de mujeres profesionales, menor remuneración por igual trabajo, mayor inseguridad laboral, mayor mortalidad, mayor morbilidad, menor participación política, que mostrarán la violencia como flagelo cotidiano. La lista puede continuar y llenar algunos cientos de páginas.

El quedarnos sólo en exponer estas cifras, nos ha colocado en la mira de hombres y de mujeres, para acusarnos de victimizar a las mujeres, de colocar situaciones lastimeras y otras tantas expresiones, en consecuencia, esta imagen se utiliza para minimizar la los denominados temas de género y eliminarlos de las agendas públicas.

Lo importante es comprender que el avance de las mujeres, significa quitar privilegios y recursos a lo masculino, he aquí el punto álgido, pues para lograr disminuir las brechas de desigualdad, se hace necesario invertir mayor cantidad de recursos en mujeres, jóvenes, niñas, adultas mayores; se requiere crear institucionalidad política y técnica a nivel del Estado, asignar recursos privados (leyes laborales, entre otras). Es decir, se trata de diseñar un nuevo andamiaje social, económico, político y cultural, lo cual significa una nueva distribución de recursos y esto evidentemente significa “beneficiar” a unas y quitar privilegios a “otros”. Las preguntas son:

• ¿estamos todos/as dispuestos/a a asumir estos retos?, si es así, los presupuestos nacionales y las políticas públicas debieran haber producido cambios sustanciales;

• ¿han existido estos cambios?, probablemente la respuesta sea que “más o menos”;

• ¿se traducen en presupuestos suficientes?, al parecer “menos que más”;

•ª ¿estamos construyendo sociedades incluyentes, equitativas, no discriminadoras, justas y con reconocimiento a la diversidad y otredad?, la respuesta se la dejo a usted lector o lectora.

Por tanto, invertir en las mujeres, no es un problema sólo de mujeres, sino de sociedad, de estado, es un tema político de distribución de recursos, oportunidades, valores, etc.

Tradiciones Opresoras

Alguna vez me preguntaba: ¿dígame usted si existe una ley o política que no le permita a la mujer tener propiedad u otra cosa?, ¡LAS LEYES SON GENERALES!; esta afirmación presenta una verdad “engañosa”, las leyes no son generales, presentan un sentido de justicia y distribución irrefutable, mismo que se traduce en prácticas y comportamientos para todo el conjunto de la sociedad, por tanto, “las leyes son generales (no tienen sexo y género)”, en un mundo que funciona bajo un código masculino que no sólo se traduce en leyes, es más las mismas son permeadas por normas sociales y culturales que en muchos casos refuerzan los códigos masculinos.

Obviamente, quiénes defienden de manera obsecuente el naturalismo, la tradición, la cultura, como si estas fueras estáticas e inmutables, me dirán que es un sacrilegio lo que estoy planteando. Sin embargo, la complejidad y los diversos mecanismos que se han construido para atrapar, disminuir, excluir y subordinar a las mujeres en los diferentes espacios de la sociedad, son múltiples, diversos y complejos, se interconectan y complementan de manera sistemática.

Durante ya largos años las mujeres (muchas, no todas) venimos peleando por transgredir estas normas y procedimientos que se construyen desde las tradiciones. El problema no son las tradiciones como un concepto tácito, sino aquellas que apoyan y consolidan estereotipos machistas y sexistas, que no sólo construyen el imaginario de los hombres, sino también el de las mujeres, y que si algo tienen de positivo es que hacen aflorar las contradicciones y, en algunos casos, los verdaderos sentires de los hombres y de las mujeres, véase sino el caso del reciente carnaval boliviano.

Por tanto, la racionalidad formal de las leyes se ve permeada entre otras, por estas tradiciones que se asumen como naturales, en este mismo sentido son parte de la individualidad, de la constitución del sujeto/a como algo inamovible por ser tal. Franca Basaglia nos advierte sobre este tipo de opresión y plantea algunas pautas para encarar esta dimensión, “Porque en el momento en que la mujer comienza a exigir una existencia como sujeto histórico-social,… se encuentra obligada a romper con todos los viejos equilibrios, poniendo en discusión cada nivel de opresión, privado y público, individual y social, que no puede ya más mistificarse con su incapacidad natural” (1983 1).

Cuántos años han pasado y seguimos con los déficits, al parecer es el camino más complejo y difícil de transitar, pues se trata de cuestionar y romper las propias estructuras personales. Precisamente en esta dimensión se encuentra la violencia hacia la mujer, será necesario pensar cuánto hemos trabajado al respecto, probablemente mucho; sin embargo, habría que preguntarse cómo lo hacemos en esta dimensión. ¿Nos hemos puesto a la tarea de enfrentar las crisis que se producen a partir de estas rupturas, a nivel individual, familiar, de comunidad?; quizás todo el trabajo realizado deba ser analizado auto-críticamente y analizar los mensajes y los procesos diseñados.

A modo de epílogo

Recupero nuevamente el diálogo con Franca Basaglia y dejo sus palabras para cerrar las ideas expuestas, incidiendo en que el cuestionamiento de las mujeres no es solo individual, hace a la complejidad de las sociedades, de los Estados, de las culturas, se reclaman y proponen sistemas diferentes y no sólo “dádivas o privilegios” para las mujeres como si fueran un sujeto aislado de los otros, esto es lo que de alguna manera se privilegia desde los diferentes feminismos, de esta manera hoy en día ya nadie duda que se requiere el adelanto de las mujeres; no obstante, a nivel de quiénes gobiernan e incluso de sectores importantes de la sociedad, este adelanto es determinado desde una mirada masculina.

“Hablar hoy de la esclavitud o de la subordinación histórica de la mujer parece obvio. Nadie -ni siquiera los anti-feministas más encendidos- osa sostener que esta esclavitud y esta subordinación no hayan existido: sólo le dan otro nombre, la llaman dulzura, femineidad, propensión natural a la dedicación y al sacrificio, debilidad, necesidad de protección y tutela, incapacidad natural para administrarse. Todas estas palabras sirven para conservar la distancia y la diversidad de quién cree proteger y tutelar, y para conservar la aceptación de la subordinación por parte de quién debe moverse en el mismo espacio definido por esta tutela.” (Franca Basaglia, 1983).

1 Basaglia, Franca; Kanoussi, Dora. Mujer, Locura y Sociedad. México: Edición Universidad Autónoma de Puebla, Puebla, 1983.