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Mendoza y el apogeo de la oligarquía

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Federico Mare – http://la5tapata.net/mendoza-del-terremoto-al-fin-del-regimen-oligarquico-1861-1918/

Después de la batalla de Caseros (1852), Mendoza se sumó al proceso de organización nacional liderado por Urquiza, el caudillo de Entre Ríos y presidente de la Confederación Argentina. Cuando en 1853 se sancionó la Constitución Nacional, nuestra provincia adhirió con entusiasmo. Y al año siguiente, por iniciativa de su gobernador Pedro Segura, Mendoza aprobó su primera Constitución provincial, basada en la nacional.
El año 1861 es clave en la historia de Mendoza. No solo por el terremoto (marzo), sino también por la batalla de Pavón a nivel nacional (septiembre), que provocó la caída del caudillo entrerriano Urquiza, jefe del partido federal. El país quedó unificado bajo el liderazgo de Buenos Aires y su gobernador, Bartolomé Mitre, que en 1862 se convirtió en presidente de la Argentina. Los viejos unitarios, ahora llamados liberales, recuperaron el control en las provincias del Interior, desplazando del gobierno a los federales.
Esto también ocurrió en Mendoza, seis meses después del terremoto. Nazar fue derrocado por los unitarios, y en enero de 1862 Luis Molina fue proclamado gobernador. Durante su gestión, Molina puso en marcha el proceso de reconstrucción posterremoto.
Desde entonces y hasta 1918, durante más de cincuenta años, Mendoza va a estar controlada por los gobiernos de familia, una serie de gobernadores conservadores en lo político, y liberales en lo económico, que pertenecían a la élite, a la oligarquía, o sea, a las familias más ricas y poderosas de la provincia, con apellidos de abolengo: los Civit, los Villanueva, los Benega, los Ortega, los Álvarez…
Despreciaban al pueblo y la democracia. Se mantenían en el poder a través del fraude, haciendo trampa en las elecciones. Admiraban mucho a Buenos Aires y Europa, y trataban de imitar todo lo que allí se hacía. Tomaron muchas medidas para modernizar Mendoza, para generar un progreso capitalista: fomentaron la inmigración europea, trajeron el ferrocarril y el telégrafo, ampliaron y mejoraron el sistema de irrigación, contrataron ingenieros y otros profesionales (médicos, arquitectos, científicos, profesores, etc.), promovieron el crecimiento económico…
Durante esa época, Mendoza creció mucho. Creció en población, pero también económicamente. Llegaron miles y miles de inmigrantes de Europa, y hubo un gran desarrollo de la vitivinicultura. Nuestra provincia se llenó de viñedos y bodegas, mayormente en manos de gringos: italianos, españoles, franceses… Algunos de ellos se volvieron bodegueros muy ricos (como Tomba, Giol, Gargantini, Arizu y Escorihuela), y acabaron integrándose a la oligarquía.
Además, la provincia duplicó su territorio con la conquista del «Desierto» (1878-1885). Toda la inmensa región al sur del río Diamante, más allá del fuerte de San Rafael, fue ocupada por el Ejército Argentino, en una brutal guerra de exterminio y despojo contra los pueblos indígenas del Malargüe. Las tierras fueron repartidas como botín de guerra entre los oficiales de mayor rango y la oligarquía provincial. Además, muchas mujeres y niños indígenas fueron esclavizados. El más beneficiado fue el mendocino Rufino Ortega, uno de los militares que dirigió la invasión, quien además pertenecía a una familia muy rica y poderosa de nuestra provincia. Ortega recibió un latifundio inmenso en Malargüe, donde creó una estancia.
La oligarquía mendocina se volvió más rica que nunca haciendo negocios con la vitivinicultura, produciendo y exportando vinos. Pero el pueblo trabajador poco y nada se benefició de todo ese progreso económico. Los salarios que se pagaban en las fincas y bodegas eran bajísimos. Las condiciones de trabajo y de vida dejaban mucho que desear, tanto en la ciudad como en el campo. Había mucha desigualdad e injusticia. La política era asunto de unos pocos privilegiados, ya que los gobiernos conservadores de aquel tiempo recurrían al fraude electoral para mantenerse siempre en el poder.
Godoy Cruz, el suburbio sur de la ciudad de Mendoza, creció notablemente en aquel tiempo. Se llenó de bodegas e inmigrantes, sobre todo italianos. Era una zona típicamente proletaria, obrera, donde vivían y trabajaban los operarios y empleados de la industria vitivinícola. Una de las bodegas godoycruceñas más grandes era la de Antonio Tomba, un empresario de origen italiano. A principios del siglo XX, esta bodega y la colectividad italiana de Godoy Cruz crearon sus respectivos clubes de fútbol: el Club Bodega Antonio Tomba y el Sportivo Godoy Cruz. Estos dos clubes, más adelante, en 1930, se van a fusionar en el Club Deportivo Godoy Cruz Antonio Tomba.
Entre los gringos que llegaron a Mendoza no faltaban militantes de izquierda, tanto anarquistas como socialistas. Ellos crearon los primeros sindicatos y periódicos para organizar y concientizar a la clase obrera mendocina, en defensa de sus derechos: salario digno, jornada de 8 horas, etc. Los bodegueros y los ferroviarios eran los dos gremios más grandes.
La Federación Obrera Provincial (FOP) había levantado la bandera de las ocho horas desde su misma fundación, allá por 1891, cuando presentó un petitorio con ese fin al gobernador Oseas Guiñazú. Un lustro después, el 27 de agosto de 1896, al estallar la primera huelga ferroviaria de Cuyo, la reivindicación de la jornada máxima se tornó clamor. Sucedió lo mismo en 1898, cuando panaderos y docentes fueron al paro.
Aquel histórico mitin proletario de 1902 se produjo contra el telón de fondo de una grave crisis económica que castigaba a la clase obrera mendocina con los flagelos del desempleo, la miseria y el hambre.
Una digresión: ¿cuándo se conmemoró en nuestra provincia, por primera vez y con un acto público, el Primero de Mayo? Roberto Vélez, en su Reseña histórica del 1° de mayo en Mendoza (1983), conjetura que debió ser a fines del siglo XIX, pero que hay que esperar hasta los albores de la centuria siguiente para hallar una fuente que lo confirme, un documento que lo corrobore. El diario local El Debate, en su edición del 2 de mayo de 1902, informó a sus lectores que, un día antes, los gremios de la FOP habían realizado una marcha de protesta por las calles del centro de Mendoza, que culminó en Plaza Independencia con un acto de homenaje a los mártires de Chicago. Dos militantes hicieron uso de la palabra. El pintor italiano Perseguetti, con su oratoria en lengua materna, hizo vibrar al auditorio. “El pueblo trabajador tiró ayer sus pañales de niño”, sentencia el cronista de El Debate. Y se pregunta: “¿Nuestros gobernantes habrán comprendido el significado de todo esto?”.
El político más importante de la Mendoza oligárquica fue Emilio Civit (1856-1920). Varias veces diputado y senador nacional por la provincia de Mendoza, fue también su gobernador en dos ocasiones: en 1898 y 1907-1910. También fue ministro nacional de Obras Públicas y Agricultura del presidente Roca, su amigo y aliado protector. Era hijo de otro estadista liberal mendocino, Francisco Civit, quien había sido gobernador entre 1873 y 1876.
Civit fue el patriarca de la Mendoza conservadora durante más de veinte años. Él manejaba los hilos del régimen oligárquico en la mayor provincia de Cuyo. No es casualidad que su nombre se repita tanto en la toponimia mendocina actual… Sus luces y sombras son los de la Generación del 80 en general, a la cual encarnó como nadie en Mendoza.
En 1912, el Congreso de la Nación sancionó la ley Sáenz Peña, que terminó con el problema del fraude electoral. Se estableció el voto secreto y obligatorio, entre otras reformas a favor de la transparencia democrática. Las provincias tuvieron que adecuarse a esa ley nacional, incluida Mendoza.
¿Qué ocurrió entonces en nuestra provincia con la política y las elecciones? Los conservadores empezaron a perder votos, y la Unión Cívica Radical (UCR), un partido nacional más nuevo y popular fundado por Alem en 1891, comenzó a crecer sin parar. Cada votación era más reñida que la anterior, menos despareja. La Mendoza oligárquica de los gobiernos de familia tenía los días contados…
En 1916, el radicalismo ganó las elecciones nacionales, e Hipólito Yrigoyen se convirtió en presidente de la Argentina, el primero verdaderamente democrático, elegido por el pueblo en una votación libre y limpia. Dos años después, los radicales llegarían al poder también en Mendoza, con el candidato a gobernador José Néstor Lencinas.
Emilio Civit hizo muchas cosas positivas por Mendoza, como promover la educación pública, gratuita y laica; fomentar el progreso tecnológico, agrícola y comercial; e impulsar las obras públicas, como el Parque San Martín y el sistema de irrigación. Pero también hizo cosas muy negativas, como prohibir el derecho de huelga y manipular las elecciones a favor de él y sus candidatos.
Civit fue el patriarca de la Mendoza conservadora durante más de veinte años. Él manejaba los hilos del régimen oligárquico en la mayor provincia de Cuyo. No es casualidad que su nombre se repita tanto en la toponimia mendocina actual… Sus luces y sombras son los de la Generación del 80 en general, a la cual encarnó como nadie en Mendoza.
En 1912, el Congreso de la Nación sancionó la ley Sáenz Peña, que terminó con el problema del fraude electoral. Se estableció el voto secreto y obligatorio, entre otras reformas a favor de la transparencia democrática. Las provincias tuvieron que adecuarse a esa ley nacional, incluida Mendoza.
¿Qué ocurrió entonces en nuestra provincia con la política y las elecciones? Los conservadores empezaron a perder votos, y la Unión Cívica Radical (UCR), un partido nacional más nuevo y popular fundado por Alem en 1891, comenzó a crecer sin parar. Cada votación era más reñida que la anterior, menos despareja. La Mendoza oligárquica de los gobiernos de familia tenía los días contados…
En 1916, el radicalismo ganó las elecciones nacionales, e Hipólito Yrigoyen se convirtió en presidente de la Argentina, el primero verdaderamente democrático, elegido por el pueblo en una votación libre y limpia. Dos años después, los radicales llegarían al poder también en Mendoza, con el candidato a gobernador José Néstor Lencinas.

Autor: Sergio Elbio

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